sábado, 16 de enero de 2021

El no libro del sábado. Solsona la Buena. La llanura seminal

 La llanura seminal, una larga novela (525 páginas) sobre la vida de unos hombres en medio de la llanura infinita, a menudo atroz, que tanto podría ser la Pampa como una de las dos Castillas.

Creada por medio de múltiples diálogos internos que se suceden (primero) y (después, con mayor intensidad según se avanza hacia el final) se terminan por enredar como cerezas tristes, en palabras del propio autor.
De él apenas si se conoce el nombre, Avelino Fernández, y una decenas de opiniones sobre distintos temas entre sacadas de dos entrevistas (El País, octubre 2012; la voz de Galicia, noviembre 2013) que nunca incluyeron fotos.
Lo demás son simples comentarios sobre esta, su segunda obra, muchos de ellos más voluntariosos que verdaderamente valiosos.
Se insiste en ellas (de forma reiterada) en el paisaje como forma de sentimiento, a menudo atroz (de nuevo), casi siempre negativo, con un clima riguroso que pasa del hielo al fuego sin apenas transición para que las almas se puedan adaptarse al cambio.
Lo que olvidan, sin embargo, que, cuando más se profundiza en la obra, más se tiene la sensación de las causas-efectos son las contrarias a las más lógicas, y la tristeza precede a la lluvia, y un florecer en el pecho a la primavera, días después.
Por eso quizás no sea tan terrible (ni desdichado) la opinión de Vázquez, José Luis López, que ha planteado en algunas revistas (siempre minoritarias) que en La llanura infinita sólo existe ella. Es la propia llanura el único personaje que habla sobre sí misma, añadiendo voces propias para que parezca una multitud que se contradice y le permite pasar de la lírica a la épica sin otras molestias que el cambio de estilo de letra.

Leanla si pueden; les estremecerá el alma.



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