De la misma forma que jugó con tamaños y texturas, con realidades que no lo eran; Magritte no dudó experimentar con una de las reglas básicas del arte clásico (en realidad, de toda nuestra manera de percibir el mundo): la perspectiva.
Sobre su subversión ideó nuevas formas de percepción, realidades paralelas, como esa casa vista por la ventana que, de pronto, se convierte en un interior.
O el maravilloso autorretrato (Prohibido la reproducción) en donde el espejo niega sus leyes y refleja lo que es imposible (casi como si fuera un cuento de Borges)
Dentro de este juego perspectívico podríamos situar todos sus juegos entre el objeto y fondo en donde el perfil se abre al cielo, como si fuera su alma.
De todas formas, la obra que siempre me ha fascinado de esta faceta de Magritte es la carta (o firma) en blanco, una amazona que juega con el bosque saltándose todas las reglas del espacio tradicional
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