AHORA QUE ESTAMOS SOLOS EN LA MADRUGADA APAGA LAS LUCES Y DEJA QUE SU MÚSICA TE LLEVE A MUNDOS DE ALMÍBAR Y TRISTEZA
Como cajas no demasiado grandes, elegantes, quizás de madera oscura barnizada y con las iniciales grabadas con esmero y letra curva sobre la tapa. Así me imagino sus canciones.
Cuando las escucho abro esas cajas que tienen bisagras por detrás y aparecen bolas brillantes, de un exquisito tono plateado.
Son sus cajas de ritmos, la elegancia (segunda vez) de su chocar que puede parecer alegremente ingenuo, como un paraíso de colores y formas sin esquinas.
Pero bajo ellas hay otra cosa, y si las apartas suavemente con tus manos encontrarás terciopelos y algodones prendidos en una suave curva, como si fuera una venus de Velázquez.
Entre esos tactos sedosos hay palabras de amor y tristezas y (de nuevo) elegantes empoderamientos.
Como dulces sin espinas, con sensación de frutas en sazón, hablan de las nostalgias infinitas de lo que una vez ocurrió y nunca sucederá de nuevo. De las palabras y los besos que saben a recuerdo.
Todo lo invade esa bella tristeza aunque ellos intenten esconderlo bajo sus ritmos o sus disfraces.
Pero no es necesario.
Siempre he sabido que yo también pertenezco a su raza de perdedores, SIEMPRE elegantes, correctamente perdiendo, con clase.
En cuanto al pecado, necesité mucho más tiempo para comprenderlo; toda una reeducación de nuestras miradas.
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