El espacio revelado no por una figuración aplastada sino por un desmembramiento del muro en profundidad y por la torsión de los miembros que así se produce
Castex
En este edificio compitieron en distintos momentos Bernini y Borromini. Hoy nos ocuparemos de la fachada de este último encargada por el papa Inocencio X.
La idea de la fachada curva es una constante en la obra de Borromini que comienza en el oratorio de San Felipe, sigue con esta que analizamos y se completa en la de San Carlos.
Estructurado por medio de pilastras gigantes que recorren los dos primeros pisos, se cierra con un poderoso arquitrabe (pues el piso superior es una adición posterior)
Su genialidad consiste en explicitar en la fachada las tensiones que recorren el interior de su obra, y mostrar un muro sometido a (imaginarias) tensiones laterales que terminan por deformarlo en alguno de sus puntos (aunque sin que se pierda la continuidad de los elementos).
Estas deformaciones se producen a varios niveles.
La más llamativa es la creada por el entrepaño central, en donde las pilastras se encajan hacia el interior y comban el muro y su ventana, alcanzo su crescendo en el arquitrabe superior, profundamente rehundido
Junto a él existe otro juego de deformaciones, el que crean las ventanas del piso principal, que en unas ocasiones se rehunden en paños planos y (en el central) avanzan hacia el espectador, contradiciendo la convexidad ya citada.
Bajando a un detalle menor, la lucha entre pilastras y columnas se produce dentro del resto de las ventanas, produciéndose múltiples planos que tienen una influencia directa en la luz, que es atrapada por unos elementos y negada por completo a otros, como el juego tenebrista de Caravaggio.
Todo un poderoso juego de tensiones y movimientos que está llevando a sus límites la tectónica y lógica de los elementos clásicos, siguiendo la línea marcada por el último Miguel Ángel en su Escalera o en la Capilla Sforza
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