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Las obras que realiza Pomarancio para los jesuitas a finales del siglo XVI en San Stefano Rotondo son todo un avance, aunque todavía en clave manierista, de lo que será la imagen del martirio en el barroco que ya analizamos aquí
En ellas colaboraron (al igual que en San Vital) Tempesta y el paisajista Mateo Brill, creando el más horripilante cortejo de horrores del siglo XVI que deberíamos poner en relación con las propias necesidades de los jesuitas que en su amplio programa visual-ideológico, redescubren el martirio como una manera de excitar los sentidos del fiel en medio de la batalla (ideológica pero también puramente bélica) que están produciendo las Guerras de Religión en Europa
"Expresan el profundo desquiciamiento de las almas en tiempo de la Reforma Se veía entonces con espanto como la nueva fe velocidad se desencadenaba de nuevo con el mundo, y que como en tiempo de los emperadores romanos los que creían firmemente debían están dispuestos a morir"
Mâle va aún más allá, y las relaciona con la catequización de los novicios (que se realizaba aquí al igual que en San Vital) siendo una forma de "templar las almas (en donde) la imagen de los suplicios fuera la preparación para el martirio" como los que sufrirán numerosos miembros en Inglaterra y en Asia "
E incluso podríamos hablar de una verdadera actitud masoquista (que se podría emparentar con lo más extremado del manierismo) en donde las poderosas anatomías hercúleas de origen miguelangelesco son sometidas a un intencionado y progresivo proceso de aniquilación, como si se tratara de una gigantesca metáfora sobre la muerte del arte y la belleza (especialmente antropocentrista) que se inicia en el propio maestro en sus últimas piedades.
No hay verdad en los sentidos y las formas que son destrozadas y sólo perdura la fe, parece que nos quisiera decir el autor y sus comitentes
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