De nuevo nos encontramos (como en los púlpitos de Pisa o Siena) con una obra mixta entre arquitectura y escultura.
Si en los púlpitos es el hueco y lo aéreo la razón de su estructura, en esta fuente triunfa lo macizo, horizontal y pesado que intenta integrarse en el paisaje urbano sin interferir en él, y tan sólo la taza superior se eleva (aunque con dificultades) del terreno.
La pila baja consta de dos cuerpos poligonales de cincuenta tramos que nos sugieren el círculo sin concretarlo, como si no se quisiera más que proponer la plenitud de lo circular en un mundo (el humano) puramente poligonal (el paso de la realidad a la idea sólo se realizará plenamente en el Alto Renacimiento)
En la parte baja columnas dobles y sobresaliente separan los paneles (de bajo relieve), mientras que en la superior, las esquinas entre paneles las ocupan figuras.
Los relieves regresan (aún intensifican) a la sobriedad de Pisa en donde el cuerpo humano se empieza a valorar como generador de las propias escenas.
Estas son profanas (desde las artes liberales, escudos, reyes, personificación del lago Trasimeno) a otras religiosas (profetas, biblicas) que están hablando de un nuevo tiempo de orgullo cívico (la fontana maggiore fue la terminación de un acueducto realizado en ese momento)
Su técnica es tan refinada y romana que parece un verdadero anacronismo en plena Edad Media.
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