Strip es el nombre de una serie fotográfica realizada en el año 2000 que muestra las tensiones entre la persona que toma la fotografía y la que es fotografiada. La componen decenas de imágenes donde vemos a un hombre sentado en una silla mirando a una mujer que se desnuda de pie ante él. Unos veinte hombres tomaron varias instantáneas siempre de la misma mujer en un momento u otro de su desvestimiento. Eran personalidades del mundo del arte, desde críticos a artistas. Ella era la artista conceptual Jemima Stehli. Stehli invitó a estos hombres a pulsar el botón obturador de la cámara cuando creyeran oportuno, mientras ella se despojaba de su ropa a metro y medio de distancia.
Los ocasionales fotógrafos aparecen siempre de frente, pegados al telón del fondo, que cambia de color con cada uno de ellos, mientras que Jemima Stehli se nos presenta en todo momento de espaldas. Hay imágenes de la artista completamente vestida y completamente desnuda, y varias en situaciones intermedias.
La serie retrata la mirada masculina, y cada fotografía podría tomarse como el punto exacto donde esa mirada necesita atrapar, hacer una marca o revelarse turbada, como el pico más alto en un sismógrafo de la contemplación concupiscente.
Strip es una idea fascinante, plena de significados. Como hombre, enseguida pensé al descubrirla, si esta obra conceptual hubiera sido realizada si, en efecto, la artista no fuera entonces joven y tuviera un cuerpo bonito. Curiosamente, según declara Stehli, es lo que le dijeron muchos otros hombres en su momento. “Me preguntaban a menudo si lo hubiera hecho sin tener el cuerpo que tenía y era una pregunta imposible de responder, porque creo que tal vez lo hice porque tenía un físico que se ajustaba a una figura deseable y pensé, ¿cómo puedo ser la mujer que soy y que me tomen en serio?”
También me llevó Strip a sopesar la cantidad de mujeres artistas que trabajan sobre su propio cuerpo, frente al número muy limitado de hombres que hacen lo mismo. De hecho, muchos hombres hacen girar su obra en torno al cuerpo de la mujer. Los hombres no consideran su desnudez como inspiración y pocas mujeres consideran la desnudez masculina creativamente interesante. Esto puede llevarnos a pensar, con cautela, si el arte con carga erótica no es sino una extensión sofisticada de pulsiones
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Jemima Stehli consiguió con Strip una auténtica filigrana escópica. El hombre mira a la mujer, la mujer mira al hombre que la mira; nosotros miramos a ambos y lo que vemos es lo que el hombre que mira considera más fotografiable de la mujer que se desnuda ante él. Stehli está expuesta físicamente, pero cada fotógrafo lo está moralmente.
Al hombre que mira lo delata su postura, su rostro y ese momento en el que aprieta el botón de la cámara. El hombre puede mostrarse relajado o impertérrito, y ser ambas actitudes totalmente impostadas; puede llevar la sesión con naturalidad auténtica, también. Puede con toda honradez fotografiar a la mujer que se desnuda cuando un gesto, una prenda que se eleva o una inclinación le resultan más excitantes; o puede concentrarse en hacer justamente lo contrario: no delatarse y fotografiar por ejemplo sólo a Stehli cuando está vestida, negándose férreamente a apretar el botón cuando se halle completamente desnuda.
Hay hombres que hicieron sólo cuatro fotografías y hay otros que hicieron doce. Una pregunta que arroja Strip sería: ¿quién manda aquí? Los hombres están sentados y vestidos, y tienen el control de la cámara. La mujer permanece de pie y se limita a quitarse la ropa. Como apunta la historiadora Mary Beard, los tacones de aguja dan a Stehli cierto aire de vulnerabilidad. Sin embargo, son los hombres los que parecen más incómodos. Algunos se muestran aterrorizados; otros se sonrojan. Otros, sí, sonríen y parecen