El edificio se compone de dos
pisos, uno inferior de cinco vanos culminado en una cornisa muy remarcada
sobre el que se eleva un segundo piso en la zona central, más macizo y coronado
por un frontón roto. Toda su estructura tiende a la horizontalidad.
El material utilizado es la piedra cortada en sillares siendo
los arcos de medio punto que, debido al grosor del muro se terminan
convirtiéndose en bóvedas de cañón con casetones, mientras que los dos
extremos, más sencillos, son adintelados y con una cornisa sobresaliente
(guardapolvo).
Los soportes (aunque más decorativos que verdaderamente estructurales)
son columnas jónicas sobre podio y con capiteles decorados con guirnaldas.
Tras ellos aparecen pilastras del mismo orden (retropilastras). En el
piso superior son sustituidas por pilastras acanaladas de orden dórico y
muy poco desarrolladas.
La decoración es clasicista y adaptada a la arquitectura ya sea
en sus propios elementos (las guirnaldas ya comentadas en los capiteles o el
frontón roto superior) como en los escudos laterales (decorados de nuevo con
guirnaldas), el muro (con almohadillado) o las esculturas de sabor también
clásico con putti coladas en la vertical de las columnas (representando las virtudes) y escudo central de
fuerte contenido monárquico que se refuerza con la inscripción en la zona
superior.
Sus autores fueron Francisco Gutiérrez y Roberto Michel
.Triunfo
.
Guirnalda
Representación de la Templanza
Representación de la Fortaleza
Escudo de las posesiones reales sostenido por la Fama y un niño
La edificación se nos
muestra fuertemente articulada, con un avance desde los extremos hacia
el centro que es reforzado por la colocación de las columnas, mucho más
recargada en el eje central. Otros elementos que tienen en cuenta la luz y sus
claroscuros serían el almohadillado del muro, los relieves y el potente
desarrollo de su entablamento central y frontón superior.
La relación con el entorno resulta fundamental, pues se trata de un
edificio pensado para su vista ciudadana, especialmente como entrada monumental
de la ciudad, encuadrando en sus vanos el principio del Paseo del Prado y la
Fuente de la Cibeles. (Precisamente por ello, el momnumento es sumamente sensible a los cambios de su entorno, como el horror urbanístico de la Torre de Valencia)
El monumento es sumamente
singular. Se trata de la Puerta de Alcalá, en Madrid, edificada (tal y como
explica su cartela) en el último tercio del siglo XVIII, durante el reinado de
Carlos III.
El análisis de sus motivos
no hace inclinar a incluirla en el llamado barroco clasicista que tanta
fuerza tuvo en el entorno cortesano de los primeros Borbones con ejemplos
como el Palacio Real o algunos reales sitios (La Granja). Respecto a dichos
ejemplos comparte el uso de un vocabulario clásico (columnas, frontones,
almohadillado, pilastras...) que, sin embargo, distorsiona las formas clásicas
(ruptura del intercolumnio, ruptura del frontón, tamaño de las pilastras
superiores...) para conseguir un mayor dinamismo y monumentalidad. (Sin
embargo, la progresiva depuración de los motivos le acerca al neoclasicismo,
como luego se explicará).
Todo este estilo será una importación
de modelos franceses (el llamado clasicismo francés y su obra clave,
Versalles) e italianos (con los arquitectos sucesores del estilo de
Bernini, como Juvara, Saccheti o Sabatini, Salvi y su Fontana de Trevi o Ventura Rodríguez entre los
españoles) que se opone radicalmente al barroco local del momento
representado por Ribera (Hospicio), Churriguera (Plaza Mayor de Salamanca), Figueroa (San Telmo) o
Casa Novoa (Obradoiro) mucho más decorado (con tendencia al horror vacui), de
materiales más pobres y uso mucho menos clásico de los elementos (orejones,
ventanas ovaladas, decoración de placas, órdenes de capiteles fantásticos...).
Se trataba de apartarse de
dichos modelos como una reafirmación de la nueva dinastía que pretende
una monumentalidad más serena y clásica que progresivamente evolucionará a
unas fórmulas cada vez más sencillas y puras que caracterizarán el
Neoclasicismo (Villanueva y su Salón del Prado) o la Puerta de Toledo
Puerta de Toledo, ya por completo neoclásica
(No debemos olvidar, por otra parte, que el mecenazgo de Carlos III fue especialmente ecléctico, pasando de los modelos rococós a los neoclásicos no sólo por una evolución temporal, sino por el uso y simbolismo de los distintos contextos, como ya analizamos aquí)
En tal
proceso se encuentra esta Puerta que aún podemos considerar barroca
especialmente por su ruptura de proporciones, uso expresivo de los elementos
(como las columnas) y función propagandística de la monarquía presente en sus
escudos que aún utilizan paños flotantes al modo berninesco. Por otra parte su estudio
urbanístico, con el uso de las perspectivas urbanas, también son típicos de
este estilo y que terminará heredando el neoclasicismo con su interés por las puertas monumentales, como la famosa de Branderburgo en Berlín.
La puerta se convirtió desde muy pronto en un lugar simbólico y, posteriormente (y junto a la Cibeles), en la imagen de referencia de la ciudad, más casi un icono que un monumento, por otra parte difícilmente visitable, tal y como demuestran el deambular sin rumbo de los turistas en torno a ella, rodeada de un tráfico infernal
El monumento es también toda una lección de historia y destrucciones, y sus piedras se encuentran marcadas por tiros y balas de las numerosas revueltas que hemos sufrido desde entonces (incluida la Guerra Civil)
UNA RUTA TURÍSTICA DESDE AQUÍ
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