La constante investigación del autor terminó por convertir la fotografía en una imagen realista pero en absoluto mimética, prescindiendo incluso de la cámara fotográfica.
Sobre el mismo papel fotográfico se colocaban objetos y se procedía a una fuerte iluminación.
“Me revelé contra mi cámara fotográfica y la tiré. Tomé cuanto me caía en la mano: la llave de la habitación del hotel, un pañuelo, lápices, una brocha, un pedazo de cuerda. No estaba obligado a bañarlos en el liquido. Los depositaba sobre papel seco y los exponía a la luz durante unos segundos como si fuesen negativos. Estaba muy excitado y me divertía muchísimo”Todo ello crea un nuevo universo en donde los objetos pierden todo peso y masa y sólo son sombras. Pierden utilidad para convertirse en perfiles, jugando con ellos (dos años antes del primer manifiesto, en 1922) como la famosa frase de Lautreamont del encuentro fortuito de su máquina de coser y paraguas sobre una mesa de operaciones
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