Herculano, al pie de la exuberante montaña y con sus ventanas mirando al mar, ofrecía un aspecto imponente y orgulloso. Embarcaciones de recreo de vivos colores, algunas con formas de criaturas marinas, se bamboleaban en las aguas someras. En las playas se veían parasoles; la gente pescaba en los rompeolas. La música y los gritos de los niños que jugaban a pelota flotaban sobre las tranquilas aguas.
—Ésa es la finca más grande de toda la bahía —dijo Torcuato.
Hizo un gesto con la cabeza señalando una inmensa propiedad llena de columnas que se extendía cerca de la orilla y cuyas terrazas dominaban el mar
—. Es Villa Calpurnia. Tuve el honor de llevar hasta allí al nuevo emperador cuando fue a visitar al antiguo cónsul, Pedio Casco.
Pompeya (Robert Harris)