La verdadera técnica: cal saponificada Para empezar, esta técnica exige la preparación minuciosa del soporte de la pintura.
Se trata en primer lugar de dar una capa espesa de cal y arena (3 a 5 cm) y una segunda, más fina, de cal y de calcita (0,5 a 0,7 cm), con materiales de primera calidad. Para dar esta segunda capa, se esperaba a que la primera estuviera bien seca. Sobre este soporte seco, se aplicaba una última capa, hecha de una película (0,05 a 0,1 cm) de una mezcla acuosa de cal y de jabón, perfectamente dosificada a la que se añadía en caliente cera y que llevaba tiza en suspensión.
Esta preparación se pulía por medios mecánicos (llana de hierro, cilindro de mármol o de cristal o piedra de pulir) y se lustraba con una tela bien limpia.
Sobre este enlucido así preparado, se pintaba en seco. La pintura se obtenía mezclando los colores en una solución acuosa de cal y de jabón, a la que se había añadido también cera. Después era pulida y lustrada de la misma manera que el soporte.
Las ventajas son inmediatas y múltiples. La fluidez de la solución jabonosa permitía trabajar cómodamente, con pinceles muy finos y con rapidez. Los pintores habían adquirido tal maestría en la ejecución, que pintaban directamente sin tener necesidad de preparar o copiar un dibujo, como testimonia la ausencia de todo contorno grabado. Además, el hecho de trabajar en un soporte ya seco les permitía pintar en cualquier momento.
El trabajo se hacía de arriba abajo; primero se hacían las cornisas, después los fondos y los personajes de los paneles, finalmente el zócalo. Los obreros daban el color a los fondos, y los artistas se reservaban los personajes y los ornamentos: a veces incluso les sucedía que llegaban a poner la capa de impresión, hecha de una cera más blanca que la que empleaban los obreros. Con frecuencia también, para hacer resaltar el valor de su pintura, retornaban y reavivaban el color del fondo en las zonas próximas a su trabajo. Esta técnica conserva una maravillosa simplicidad.
El secreto de la perfección y de la resistencia de las pinturas pompeyanas reside en el cuidado con que estaba preparado el enlucido previo, al que la cal y la calcita hacían muy duro, y en el esmero con que se habían escogido y dosificado los materiales de la capa de impresión: la cal que, con el tiempo, forma una capa dura de carbonato de cal; el jabón que, con sus ácidos grasos, neutraliza la causticidad de la cal; la cera que da su aspecto pulido y brillante a la pintura y que la impermeabiliza; la tiza, que aumenta su solidez, aclara el fondo y facilita el pulido y el lustre. Así pues, si se quiere definir el procedimiento de la pintura pompeyana, podemos decir que es un procedimiento especial a tempera, basado en el empleo de cal saponificada.
(...)
Rojo con base de óxido de hierro, natural (sinope, ocre) o artificial (ocre tostado); el rojo brillante está constituido por cinabrio (sulfuro de mercurio, el minium de los Antiguos); el amarillo se hace a base de óxido de hierro hidratado; el azul a base de cobre, de silex; y el negro, con materias carbonizadas.
La vida cotidiana en Pompeya (Robert Étienne)
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