martes, 17 de julio de 2012

TEMPLO DE DEBOD. MADRID. Análisis y comentario


Templo egipcio de la época ptolomaica (II a. C.) con adiciones posteriores de época romana (hasta el siglo IV d. C:). Bajo la amenaza que suponía la construcción de la gran Presa de Assuan, y bajo patrocinio de la UNESCO, se realizó su traslado en 1960, siendo finalmente donado a España en 1968 en agradecimiento por su colaboración. Actualmente reinstalado en Madrid.
Tipología religiosa dentro del grupo de santuarios de Filé.
Su planta presenta un carácter longitudinal y compartimentado, con espacios interiores poco desarrollados, consecuencia de su arquitectura arquitrabada.
Reconstrucción ideal a las orillas del Nilo

En la actualidad presenta dos grandes pilonos de entrada (serían tres los originales y con torres adosadas ahora desaparecidas) que nos conducen a un vestíbulo columnado o nártex. Desde él las estancias se disponen en torno a un eje axial compuesto por la capilla de Adijalami que, tras un nuevo vestíbulo, nos conduce a la naos (lugar sagrado) dedicado a Isis.

 Flanqueándola se encuentran dos capillas laterales dedicadas a dioses secundarios (Horus y Osiris) y otras salas con distintas funciones litúrgicas. Destaca, fuera del plan original, el mammisi o capilla del nacimiento en donde se desarrollaban los ritos de nacimiento de Horus.

El alzado responde a las características egipcias, con un predominio de la horizontalidad. El material utilizado es el sillar de grandes proporciones, utilizándose como elementos de sustentación el muro y la columna.
 El primero es grueso y en talud con escasos vanos adintelados (predominio del vano sobre el muro) y rematado por la característica moldura cóncava denominada gola egipcia
Gola egipcia

En cuanto a la columna (en el vestíbulo) es gruesa y poco esbelta, con fuste liso (empotrado en un murete en su parte inferior) y capitel papiriforme (en los centrales, pues los laterales se encuentran sin terminar).


El interior, como resulta habitual en esta arquitectura, presenta espacios reducidos y con una luz muy reducida que se iría reduciendo hasta la total oscuridad de la naos.

La cubierta, realizada con grandes losas, es arquitrabada, creando una terraza practicable a la que se ascendía para los ritos relacionados con el mito de Horus.
La decoración existente se reduce a los relieves interiores, especialmente en la capilla de Adijalamani y el vestíbulo. Estos presentan una rica iconografía que ha sido interpretada como ofrecimientos de Augusto (vestíbulo) y Adijalamani (en la capilla de su propio nombre) a los dioses del templo (Osiris, Isis y Horus). En ellos podemos descubrir una clara función propagandística relacionada con la religión tan típica en el mundo teocrático egipcio.
En cuanto a sus características técnicas estos bajos relieves están trabajados a bisel (en dos planos) y organizados en bandas horizontales .Regidos por férreas leyes geométricas en su composición presentan las habituales convenciones como perspectiva torcida y jerárquica, hieratismo, isocefalia, simetría, fondos planos, bidimensionalidad de las figuras, por otra parte bastante esquemáticas, antinaturalismo, carácter narrativo...

Además de estos relieves se conservan (en pilonos y vestíbulos) varios discos solares alados, un hueco relieve en la parte posterior y una naos monolítica con relieves y columnas adosadas en la que se encontraría, protegida por unas puertas de madera, la estatua de Isis.
Aunque perdidos por las numerosas crecidas de agua que sufrió durante su larga vida, todos los relieves del templo se encontrarían policromados, lo cual crearía una visión muy distinta a la actual, mucho más cercana a la pintura.

COMENTARIO.
Aunque de época tan tardía (Egipto ya se encontraba bajo el dominio romano), el templo de Debod resume gran parte del carácter e ideología que definieron toda la arquitectura y esculturas egipcias, siguiendo la estela de los grandes templos del Imperios Nuevo (Karnac o Luxor) que imitará aunque reduciendo sus elementos. (Esta idea nos reafirma en el carácter poco dado a los cambios y sin apenas evolución interna del arte egipcio).

Como es sabido, la sociedad egipcia se organizaba de una forma teocrática, con un poder (el faraón) que se encontraba íntimamente ligado con la divinidad. De tal manera, el templo, además de lo religioso, tenía un fuerte componente propagandístico que se subrayaría con todos los relieves en donde el faraón actúa como intermediario entre el pueblo y los dioses, siendo ésta relación la fuente fundamental de su poder.
Por otra parte, el templo ejemplificaba perfectamente la sociedad egipcia, rígidamente jerarquizada, estableciendo espacios reservados a distintas clases sociales. Las más inferiores quedaban en el exterior (hasta el vestíbulo), vetadas a los misterios que sucedían en su interior, siendo sólo espectadores de los actos públicos, como las procesiones que rituales que realizaba el dios por la vía sacra hasta el Nilo.
Las clases superiores (escribas, soldados y sacerdotes) podían acceder hasta las primeras capillas, reservándose el acceso a la naos a los sacerdotes del templo y el faraón que se relacionaban con el propio dios (En la concepción egipcia, el dios vivía en la naos, realizándose un complejo ritual diario con su estatua).
Naos

En lo que se refiere a aspectos técnicos, el arte egipcio parte del sistema adintelado como forma constructiva, lo cual ocasionará reducidos espacios interiores y escasos vanos en los muros tal y como seguirá ocurriendo en el mundo griego. Esta concepción no cambiará hasta la arquitectura romana (Panteón de Agripa o Termas).
De la misma manera, será el muro de sillares (perfectamente aparejados en seco) y la columna las bases de sustentación, elementos que recogerá el mundo griego para someterlos a su idea de belleza armónica. De nuevo será el arte romano el que renovará las técnicas, tanto en materiales (opus caementicium) como en elementos (arcos, sistemas dinámicos de descargas...).


Todos estos sistemas constructivos estaban orientados a la plasmación de un espacio transcendente tan típico de lo egipcio, en donde el mundo de lo divino (íntimamente unido al de ultratumba) era el motivo principal de un arte teocéntrico y sagrado que tanto influirá en el medieval, una vez que la belleza griega y el pragmatismo romano hayan perecido.


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