En los años noventa (1993-1996) el ayuntamiento de Toledo decidió recuperar una zona que las nuevas carreteras habían dejado aislada y cada vez más degradada que, sin embargo tenía un gran interés turístico, aneja a la estación de autobuses.
El plan tenía múltiples facetas.
Por una parte se convertía en una parte de otro más general que pretendía crear un aparcamiento junto a la estación de autobuses (y en la entrada desde Madrid) que conectara con el centro por medio de una escaleras mecánicas que culminarían en la parte trasera del Museo de Santa Cruz (algo paralelo, pero de mayores dimensiones, de lo ya realizado en Recaredo y su remonte). Se aliviaba así la presión del tráfico rodado en el casco histórico a la vez que se daba una mayor accesibilidad al mismo.
Sin embargo, los continuos retrasos en los remontes han hecho que se acabara la burbuja sin que estos fueran terminados (sólo existe el tramo superior, aún en obras), dejando desconectada la zona.
Por otra parte, el parque tenía una misión histórica. Su emplazamiento, junto al Palacio de Galiana del que ya hablamos aquí, es un lugar de amplia memoria.
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En estas riberas del Tajo se cultivó por parte de Ibn Wallib las primeras fresas que vio Europa. Era el siglo XI y la corte de Al Mamun hizo de esta vega su almunia de reposo, su jardín botánico y lugar de lujo. Aquí Ibn Basal experimentó con la polinización de las palmeras y Azarquiel realizó sus famosas clepsidras o su extraordinario kiosko acuático sobre el que llovía suavemente una lámina contínua de agua.
Aún más, esta zona vio montarse, junto al puente de Alcántara, el famoso artificio de Juanelo que subía el agua desde el Tajo hasta el Alcázar en tiempos de Carlos V.
Por tanto el parque era la recuperación histórica de un lugar extraordinario, y de su conmemoración surge su principal atractivo: la recreación de una noria del mismo tamaño de las de Hamma (Siria) y su canal elevado (al modo de lo que debió ser el artificio de Juanelo).
La combinación de ambos tiene una gran potencia, incluso desde las alturas toledanas, y es, con mucho, lo mejor del parque.
Sin embargo (y pese a su continua actividad de conciertos y actividades) la zona no se ha regenerado lo suficiente y son comunes las denuncias de prostitución (en especial gay). En parte el escaso mantenimiento de la vegetación crea este tipo de entornos.
Tampoco se ha sacado un excesivo partido paisajístico al río Tajo que hubiera permitido, tanto en lo visual como en lo ecológico, con bellas bandadas de garzas.
Por el contrario, me parece un verdadero acierto la lámina de agua en su centro que, en los días luminosos, permite que el perfil aserrado de la ciudad se refleje en él.
Estupenda información histórica y actual. Me ha resultado muy interesante. 😊😊
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