En esta miniserie de tres post intentaremos analizar tres
obras fundamentales que, realizadas en los albores del Renacimiento, nos van a
dar las claves del nuevo estilo del Quattrocento (San Jorge de Donatello, cúpula del Duomo de Brunelleschi y Adán y Eva de la capilla Brancacci de Masaccio).
Las tres pertenecen a tres “amigos” que colaborarán entre
sí, fascinados por el arte de la antigüedad.
En este caso nos dedicamos a la estatua de San Jorge (y su
relieve) que talló Donatello para Orsanmichele. En ella, cada uno de los
gremios de la ciudad hizo erigir la figura de su patrón, siendo ésta encargada
por el de armeros.
Todavía en un nicho de formas góticas (el edificio nace en
el XIII como pósito, convirtiéndose después en sede de los gremios), la figura
aún guarda ciertas proporciones góticas (fijaros en el pequeño tamaño de la
cabeza que daría el canon, convirtiendo a la figura en una forma demasiado
esbelta).
Sin embargo, la musculatura ya es renacentista, igual que la
expresión de su mirada (confiada pero tensa que más tarde Miguel Ángel retomará
para su David) que convierte al santo en un héroe cristiano, profundamente antropocéntrico, como podemos ver en su actitud autosuficiente, poderosa,
confiada en sí mismo.
Es el hombre nuevo que resurge del medievo y, como más
tarde diría Pico della Mirandola, utiliza su libertad como un don divino para
construir así su destino.
Ya utiliza el llamado conciliato (unir contenidos religiosos,
los del propio tema, con otros puramente humanos, casi clásicos; algo que
definirá el estilo)
Técnicamente la escultura se organiza en torno a tres óvalos
(cara, pecho y escudo), proponiendo leves contrapostos (brazo y hombro hacia la izquierda y cabeza
hacia la derecha) que le den profundidad en una posición (la generada por el
nicho) tan forzada y que tiende a la planitud de la visión. Son especialmente
interesantes los pliegues de su túnica que se adaptan y definen la anatomía
Debajo suyo, y posiblemente dos años posterior, Donatello
creó toda una forma técnica de hacer que tanto éxito tendrá: el stiacciato orelieve rehundido.
Sin apenas planos en las zonas más lejanas (son más dibujos
incisos) consigue una enorme profundidad sobre la que se sitúan los personajes
(fijaros en los arcos de la derecha y la cueva de la izquierda que crean las
tradicionales líneas de fuga hacia el fondo). En propio Ghiberti en sus famosas puertas del Paraíso lo utilizará de forma masiva, pues la perspectiva (la
creación de un espacio virtual) será básico para este movimiento artístico.
Sobre este fondo dragón, caballero y dama escenifican la
lucha con todo un nuevo pathos que ya ha roto con el gótico internacional de
modelos amables, retornando a la épica romana
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