Cabanel. Cleopatra probando los venenos

 

El academicismo francés se movió en el neoclasicismo de matiz ingresca que le permitía la creación de composiciones ordenadas, figuras monumentales, importancia del dibujo, y el romanticismo también de Ingres, tan cercano a la sensualidad y el orientalismo.

Todas estas lecciones técnicas (unido a un historicismo cada vez más poderoso, igual que pasaba con la arquitectura, que recreaba de forma imaginativa la Antigüedad) son bien visibles en esta obra que habla de una anécdota narrada por Plutarco en la que Cleopatra probaba con esclavos los venenos más poderosos y menos dolorosos para su final ya próximo.

También lo es la ideología que subyace bajo las imágenes.

Esta historia oriental es, en el fondo, el reverso (hedonista, casi subconciente, podríamos decir) del XIX triunfante. Esa época de la grandeza de los grandes imperios coloniales y su gran burguesía plasma sus más ocuros deseos en la pintura.

Habla del profundo erotismo (tanto en la esclava como en Cleopatra, esta mujer fatal) desnudas "por exigencias del guion", como ocurría en nuestro destape.

Hay deseo (eros) que se une (como tanto hablarán los surrealistas) con el thanatos: la muerte de esos esclavos en donde probar sus venenos, unas piezas de ajedrez en manos extrañas cuya vida depende de voluntades extrañas, como ocurría con los pueblos colonizados.

Deseo, muerte y, también, lujo. El culto a los sentidos que está perdiendo la burguesa Europa; la vibración de luz y color, los tejidos opulentos, la libertad y fiereza de los animales salvajes...