A su regreso a España
en 1948 siguió, según él, la tradición espiritual de
Zurbarán, Murillo, Valdés Leal y los grandes místicos de la literatura castellana. Es la época del misticismo nuclear en donde los
préstamos de la historia del arte se hacen cada vez más evidentes (Vermeer, Rafael, Leonardo, Velázquez, el gran
barroco decorativo italiano, Lorena, con
un especial interés por la arquitectura
clásica de Juan de Herrera, Palladio, el Panteón, las ruinas clásicas … ) y los temas, o repiten formas anteriores (Torero alucinógeno, Monstruo blando, con
algunas novedades como la idea repetida de la ingravidez, Leda Atómica, trasunto interpretado de una forma pueril de la
nueva ciencia atómica, Ramírez) o se internan
en el tema religioso (Cristo de Port
Lligat, Sagrada Cena, Tentaciones de San Antonio, Cristo hipercubus)
complacientes con el régimen franquista
Se preocupa también por los efectos visuales
ya utilizados anteriormente (Gala de las
Esferas y la doble imagen), las obras estereoscópicas, las
anamorfosis barrocas y manieristas y los grandes
efectos de perspectiva de sotto in sú que llegarán al
paroxismo en sus decoraciones del Teatro Dalí de Figueras.
En muchos de sus
objetos y colecciones hay una ambigua relación con lo kisch tanto del
pasado (rococó, modernismo, imaginería popular) como con la propia modernidad
(muñeco Michelin) que conectaría con
la posmodernidad de Koons.
Será también este momento el de creación de numerosos grabados,
normalmente utilizados para ilustrar grandes obras: Don Quijote (1949), la Divina Comedia , Los
cantos de Maldoror,
de Lautreamont; así como la de su actividad como escritor,
quizás una de sus facetas más interesantes tras la guerra (La vida secreta de Salvador Dalí, (1942), 50
secretos mágicos de Pintura (1948), Diario
de un genio (1954)) en los
que mezcla sus opciones estéticas y demuestra su gran conocimiento de los
clásicos. En ellos reaparece su vida transfigurada y relacionada con su
propia pintura realizando numerosos análisis críticos paranoicos de
experiencias propias (o imaginadas como tales), aplicando a ellos toda la
lógica freudiana
En todo este periodo se advierte una actitud aristocrática que utiliza la cultura (pintura y literatura) en citas con las que conversar con el espectador
ilustrado
Esto le aproximan tanto a la posmodernidad (Arnaldo) como lo implican en una tradición elitista
y autoreferencial manierista (Parcerisas), aunque muchos lo consideran una simple impostura del que ya ha pasado sus años más fértiles, la repetición del mismo chiste que ya no hace
gracia en palabras de Estrella de Diego.
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