http://porqueelarteynonada.wordpress.com/2007/12/24/como-explicarles-los-cuadros-a-una-liebre-muerta
Era un 11 de noviembre de 1965, y la noche, ya tan fría, caía sobre Dusseldorf. Un grupo de curiosos de arremolinaba ante la puerta y la ventana iluminadas de la galería extrañamente enrejadas con tela de gallinero ¿Qué miraban?
En el interior de la galería Beuys se encontraba vestido con su tradicional traje de fieltro, con todo la cara untada con miel y espolvoreada de polvo de oro. En sus brazos, una suave liebre muerta.
Durante un tiempo estuvo sentado y luego se levantó, despacio. Uno de sus pies se deslizaba suavemente por el suelo, envuelto también en fieltro, el otro, sin embargo, tenía atado a su tobillo una chapa de cobre que hacía arrastrarse sus pasos con un chirriar metálico.
Mientras andaba, acariciándole suavemente las patas, el artista le fue explicando al oído de su liebre muerta los cuadros de la exposición. Apenas un susurro que era imposible escuchar desde fuera. Sólo los gestos de Beuys, su andar parsimonioso y a la vez metálico, su rostro iluminado por el oro, como si fuera el mago de una tribu en una ceremonia religiosa…
¿Qué quería Beuys con todo esto?
En principio sacar a la obra de arte de las categorías tradicionales (pintura, escultura o arquitectura), buscando una forma de comunicarse que incluyera el sonido, el movimiento, el espacio, objetos reales… A esto se le suele llamar performance, y está muy cerca de lo teatral… Pero de un teatro algo distinto, no narrativo. No hay una historia lineal que contar, ni los personajes representan un papel determinado… En este sentido se parecen más a las veladas de futuristas y dadaístas. En ellas no se representa sino que se presenta. Es decir, no hay ficción, es realidad. El artista es un artista que hace de artista.
Por otra parte, los espectadores que se encuentran en esta performance, ¿qué tienen que hacer?
Por lo menos mirar, mirarlo todo y sentir la experiencia (normalmente las de Beuys estaban cargadas de misterio). Luego, como toda obra de arte, puede intentar sacar sus propias conclusiones, igual que haría un espectador de teatro. Éstas dependerán del artista pero también del espectador, pues a menudo la significación es abierta y deja al espectador variadas opiniones.
Evidentemente, en esta obra Beuys nos plantea el tema de cómo se explica el arte. Si realmente se puede hacer o intentarlo es como hablar con una liebre muerta. Más allá de eso, en el fondo, es una recuperación como el artista mago, chamán. Su cabeza dorada, sus movimientos por la sala, nos traen a la memoria rituales antiguos en los que, acaso, el arte era la forma que conectar con el misterio, lo sobrenatural, y no una actividad económica cada vez más coartada por las leyes del mercado
Y es que Beuys propugnaba un arte más extendido en sus medios, que se conectara con los espectadores con la magia que debió tener en un principio. Esta actitud transcendente (que de alguna forma ya la planteaba Gauguin con su huida de la civilización hacia islas salvajes). Sacar a lo artístico de su rutina y ofrecer nuevas sensaciones que nos hagan meditar sobre las cosas. Aunque sea sólo por un instante clausurar lo cotidiano, lo normal, y entrar en un territorio extraño, mágico, irreal del que ahora, simplemente, nos quedan las fotografías aunque no las sensaciones que debieron producirse.
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