lunes, 29 de octubre de 2012

CONOCIENDO A CHILLIDA (2) Los materiales


Chillida es, entre otras cosas, el gran escultor de los materiales. Pocos artistas han comprendido y manipulado los materiales con esa veracidad y potencia.
Hierro, madera, hormigón, alabastro o barro, el escultor siempre se ha enfrentado a ellos con una enorme sinceridad y respeto a los mismos, sin colorearlos ni distorsionar sus características fundamentales.
Para él son una de las verdaderas esencias de la escultura y se enfrenta a ellos según sus necesidades intrínsecas pero también con toda la carga humana que los siglos han ido posando en ellos
Así el hierro se relaciona con la fragua, con la dureza y el trabajo artesanal, pero también con toda la tradición siderúrgica del País Vasco. Para no traicionar al material no es tratado por lo que la obra irá evolucionando con un oxidado progresivo. Estirado y normalmente en composiciones abiertas utilizando la ductilidad de su trabajo

La madera habitualmente se ha vinculado con los entramados de las masías. Una madera devastada en formas cercanas a la geometría pero que jamás se convierten en objetos y conservan su alma en los nudos e irregularidades

El alabastro es luz, un mágico contenedor de luz que parece desprenderse de su interior. Pequeñas incisiones en el material nos relevan los laberintos que conducen hacia esa luz.

El hormigón, especialmente empleado para grandes monumentos urbanos, deja sus encofrados a la vista, con gruesos guijarros que nos recuerdan su infancia pétrea.
En cuanto al barro (aprendido a manejar en la Costa Azul, en el mismo lugar en donde Picasso descubrió la cerámica) desvela su grano grueso o su suave finura. Al igual que el alabastro, suele utilizarse para composiciones cerradas

Como se puede ver, cada material desarrolla distintas composiciones y, sobre todo, tactos.
Como iremos viendo en los post que le dediquemos al escultor, acaso será la vista uno de los sentidos menos valorados, y aunque los museos no nos lo permitan, las esculturas de Chillidas están hechas para ser tocadas, acariciadas, viéndolas como un ciego en el que descubrir durezas, suavidades, asperezas, frío o calor... sensaciones poco habituales en el mundo clásico (profundamente visual) pero tan fundamentales para "comprender" el valor del material y las sensaciones que transmite, tan poco codificadas como las del olfato en nuestra sociedad (también profundamente visual, especialmente gracias a la fotografía, los mass media y la actual realidad virtual)

Con este tacto se iniciaría un conocimiento íntimo y personal de la obra. Un proceso, no un golpe de vista, que acercará al espectador a la escultura como el que descubre un árbol, lo rodea, lo toca, o huele incluso, creando vínculos emocionales difícilmente explicables con palabras

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