Entre otras tantas cosas, la guerra de independencia contra los franceses supuso un destrozo terrible para los jardines del Buen Retiro.
En un intento de restaurarlo, Fernando VII (al que aún pertenecía el jardín) realiza varias actuaciones, siendo una de las mejor conservadas este rincón.
A caballo entre lo ilustrado y el primer romanticismo, su inspiración es británica, el llamado jardín paisajístico que rompe con la herencia italiana-francesa del jardín clásico, regularizado, muy humanizado.
Para ello se recurren a plantaciones más libres, eliminación de los setos geométricos, senderos más sinuosos, amplitud de especies... Con ello se busca un aspecto más natural, ameno y delicado, que en muchas ocasiones se tilda como pintoresco (recuérdese que, con la Ilustración, se está produciendo un retorno a la naturaleza, con una figura esencial, Rousseau, que ve en la naturaleza una virtud que la sociedad corrompe. El proceso se acentuará en el romanticismo, que buscará en la naturaleza un telón para los sentimientos humanos).
El ejemplo que nos ocupa se encuentra más cerca aún de lo ilustrado o, más concretamente, del prerromanticismo inglés que busca un jardín natural pero suave, lo suficientemente humanizado para dar confort, y lo suficientemente natural para crear una sensación de inmersión en la naturaleza. (Ya analizamos en nuestros blog El Capricho, jardín anterior en el tiempo en el que se desarrollan muchas de las ideas que vamos comentando)
Sobre este tipo de plantaciones se suelen situar, también dispersas, casi camufladas entre la vegetación, una serie de elementos arquitectónicos o paisajísticos.
Entre los primeros encontramos las casitas de reposo, pequeños pabellones dedicados a fiestas en torno suyo o la simple contemplación del entorno que ellas mismas engalanan con su pintoresquismo (un concepto estético muy emparentado con el arte de finales del XVIII y principios del XIX, muy habitualmente unido al rococó y del que ya hablamos aquí).
La estructura recuerda a la arquitectura castiza (con sus formas desnudas, chapiteles de pizarra) a la que se unen ciertas sugerencias pompeyanas (frescos, grutescos, nichos...), tan a la la moda (como también lo eran los motivos chinescos).
Como elementos paisajísticos también es típico la aparición de la montaña artificial. Un lugar fresco y umbroso, lleno de caminos serpenteantes y con la aparición de rápidos cursos de agua que se despeñan por el, creando sonido y frescura al caer en sus estanques de rocalla (una vez más la Naturaleza dominada sin que lo parezca demasiado, tomada en su punto justo que aporte anemidad sin generar temor) que analizamos aquí
Un tercer elemento habitual es la presencia de la ruina, que también tiene este rincón del Retiro y al que dedicamos un próximo post
Interesante entrada. Siempre paseamos por el Retiro pero no nos planteamos el origen y función primigenia de muchos de los edificios que vemos en su interior.
ResponderEliminarUn saludo.