PLANTA. (Aquí puedes ir viendo explicadas cada una de las partes de una mezquita)
Nos encontramos con una
planta inscrita en un rectángulo en la que podemos diferenciar dos grandes
partes. La primera de ellas, sin techo, es el patio o shan en donde se
encuentra la fuente de abluciones (no visible en la planta) que serviría
para los lavados preceptivos de los fieles, y el alminar o minarete para
la llamada a la oración que realizaba el muecín, construido en tiempos de
Abderramán III.
La
parte interior, techada, se corresponde con el haram o sala de oraciones. Se estructura a través de naves
longitudinales paralelas y separadas por columnas, siendo la central (maxura)
más ancha. Todas ellas conducen al muro orientado hacia la Meca o quibla
en donde se encuentra un ábside de planta de herradura llamado mirab.
El
conjunto interior no posee simetría debido a las numerosas ampliaciones, en
especial la de Almanzor, que amplió la mezquita con ocho naves anejas. De esta
forma mirab y macsura quedan desplazados hacia nuestra derecha. (Dichas
ampliaciones, necesarias por el crecimiento de la población, son visibles, en
planta, por la aparición de pilares de distintas formas que interrumpen las
filas de columnas).
Maqueta del Museo Arqueológico de Madrid
Existe,
por lo demás, un pasillo tras el mirab que, en tiempos califales, conectaba con
el palacio dejando un paso sin peligro al califa que asistía a la oración
protegido, luego, dentro de la maxura.
ALZADO.
Según podemos
observar en la foto del interior, el alzado se realiza a través de columnas de mármol monolítico en muchas
zonas reutilizadas de otros edificios anteriores. Estas no poseen basa,
siendo su capitel de un estilo compuesto muy simplificado. Sobre él se
coloca un cimacio que recuerda la influencia bizantina sobre el arte
islámico (aunque en este caso diferida, pues su conocimiento se debió tener a
través de la arquitectura visigoda).
Desde
este cimacio, enjarjados, nacen los arcos de herradura califal (de
origen visigodo, aunque mucho más cerrados) que poseen una alternancia
cromática en sus dovelas realizadas en piedra blanca y ladrillo.
Para
conseguir una mayor altura se superpone una segundo piso, esta vez de
pilares, que se apoyan sobre el cimacio. A fin de proporcionarles una mayor
superficie de sustentación, este cimacio agranda su base gracias a unas ménsulas
realizadas a través de modillones de rollos.
Estos
pilares se unen en altura por medio de arcos de medio punto que sirven
de tirantes.
Nos encontramos con arcos polilobulados de tres y cinco
lóbulos que corresponden a la ampliación de Al-Hakem II (en la maxura). En ella
hacen aparición arcos polilobulados y entrecruzados realizados en yeso, sin
verdadero, valor estructural que inciden en un mayor sentido decorativo.
Podemos
observar en el plano la existencia de paredes exteriores apenas caladas
(predominio del muro sobre el vano) que se refuerzan por medio de contrafuertes.
La distribución de las puertas se realiza a lo largo de los muros, sin que
aparezca una entrada o fachada principal del monumento. Una
de las más antiguas (San Vicente) con arco de herradura con alfiz y un remate
de merlones.
La
amplitud interior, así como la ausencia de ventanas en el muro, provocan un interior
poco luminoso que propiciara la oración.
LA CUBIERTA.
Nos encontramos ante la cubierta de la maxura en su tramo anterior al mirab que, por
motivos ideológicos, es la parte más importante del edificio. (En ella se
colocaba, durante la oración, el califa).
Su
construcción se realizó en tiempos de Al-Hakem II, siendo una bóveda califal
compuesta de una de nervios con centro libre que ocupa una bóveda gallonada de
perfiles cóncavos y convexos. Su construcción se realiza con materiales
ligeros (yeso), lo cual permite una sustentación en las delgadas columnillas
que tienen más un efecto óptico que verdaderamente estructural.
A ambos lados de esta bóveda, se encuentran otras dos
de nervios con centro libre.
DECORACIÓN.
Mientras que en las naves el efecto decorativo
es producido por la repetición de columnas y arcos con alternancia cromática en
sus dovelas, en la zona de la maxura,
ésta se vuelve mucho más refinada y cuidada.
En
ella aparecen técnicas y motivos típicos del periodo califal. Entre las
primeras encontramos las placas de mármol en las paredes y mosaicos
en la cubierta, utilizando celosías en los vanos cuya misión es la de
filtrar la luz exterior.
Las
formas decorativas son todas antifigurativas, tal y como imponía la
religión islámica para evitar la idolatría. Distinguimos, entre otras, la epigrafíade letras cúficas que compondrían textos del Corán, los atauriques o
flores geométricas que se entrelazan, así como lacerías en las celosías.
Toda
la decoración pretende crear una sensación de riqueza, dando una sensación
de infinitud y movimiento perpetuo regido por la geometría y la repetición
rítmica potenciada por el color.
.
COMENTARIO.
La
mezquita aljama de Córdoba puede ser considerada como el momento culminante del
arte islámico califal en la Península, tanto por su perfecta adecuación al rito
como por su asimilación y utilización de técnicas y motivos anteriores que
crearán un verdadero corpus arquitectónico que será seguido en numerosas obras
posteriores.
Frente
a los modelos cupulados utilizados en la zona oriental (Mezquita Solimán,
Estambul), los arquitectos occidentales prefieren desarrollar la idea de
planta divididas en naves por columnatas, ya presentes en el mundo clásico
(como en las basílicas) que generaran una amplia sala en donde se pudiera
reunir a toda la comunidad para la oración del viernes. (En este aspecto siguen
la tradición marcada por la mezquita de Damasco).
Para
su alzado se reutilizaron columnas y técnicas visigodos (como el arco de
herradura), empleando un sistema de doble piso heredado de la
arquitectura romana (acueducto de los Milagros) que conseguía una mayor
altura sin necesidad de multiplicar soportes que interrumpirían el espacio
interior.
Sobre
estos condicionantes, la decoración cumpliría la función de remarcar ambientes,
en especial en la zona de maxura-mirab, reservada a las altas jerarquías y
símbolo, a la vez, de la divinidad y de su representación terrenal.
Para
su realización se utilizaron materiales de larga tradición, como las placas de
mármol labradas a trépano o el mosaicos que se habían iniciado en Roma
continuándose en el arte bizantino. De hecho, para la realización de los
mosaicos se contó con la ayuda de técnicos enviados por el emperador de
Bizancio (Nicéforo Focas) que crearon escuela.
Maxura de la mezquita
.
Los
propios arcos falsos de la ampliación de Al-Hakem II activan la superficie a
través de su movimiento, siendo profusamente utilizados en estilos posteriores,
como el taifa, tal y como puede observarse en la Aljafería de Zaragoza.
Aljafería. Salón del trono
Junto
a ella, la luz juega un importante papel, especialmente en la zona de la
maxura. Para proporcionarla una mejor iluminación se crearon bóvedas de enorme
repercusión posterior (tanto en el ámbito islámico, como el Cristo de la Luz,
como en el cristiano, tanto prerrománico, arte mozárabe, como románico, Torres del Río, Almazán) de materiales ligeros que permitían la apertura de vanos que
iluminaban de forma cenital la zona. Su origen habría que encontrarlo en las arquitecturas bizantinas.
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El
resto del edificio quedará en una penumbra suave que ayudaría a crear una
sensación de espacio ilimitado a través del ritmo de columnas y arcos, de
amplia acogida.
Se encuentra mucho más
valorado (como es normal en la arquitectura islámica occidental) el espacio
interior que el exterior, más sobrio y sin fachada principal, siendo tan sólo
remarcables las puertas tripartitas que se abren en los muros.
Maxura
Aunque
su construcción sea un largo proceso, habría que señalar dos momentos
culminantes en ella. La primera intervención (Abderramán I) que dio las
pautas claves en planta y alzado, y la realizada en tiempos de Al-Hakem II
con su reforma de la maxura y mirab de exquisita decoración y un fuerte sentido
propagandístico del califato (la oración del viernes se precedía de comentarios
del Corán, así como de lectura de todo tipo de documentos políticos realizadas
desde el mimbar) que pretendía deslumbrar al fiel a través de la riqueza de sus
muros y los efectos lumínicos.
Esta forma de unir arte y
política se encuentra tanto en este monumento como en otro contemporáneo del
mismo califa, como era el palacio de Medina Zahara con su gran sala de
recepciones o Salón Rico que conocemos más por testimonios escritos que por los
restos que aún conservamos.
Esta genial! Muchas gracias
ResponderEliminaresta bastante bien
ResponderEliminarGracias, me es de gran ayuda
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