Igual que ocurre con el Prado, cuando pensamos en los Uffizi imaginamos su espectacular colección de pintura, olvidando que tan exquisita como ella es el continente que la envuelve.
En concreto se trata de un complejo edificio realizado en la segunda mitad del XVI por Vasari, gran artista de cámara de Cosme I de Medici, como ya vimos en el Salón de los Quinientos.
Su función fue entonces la de centralizar todas las oficinas al público (uffizi) que se encontraban en la planta baja, ocupando despachos para la creciente burocracia de los duques de Toscana.
Es, por tanto, un perfecto ejemplo de estos edificios civiles que se están creando por parte de las monarquías autoritarias del Renacimiento con la burocracia como eje modernizador. (Algo semejante a lo que realizó Miguel Ángel en su reorganización de la plaza del Capitolio en Roma
Entrada desde el Arno
La construcción tiene un importante impacto urbanístico, pues comunicaba el principal centro civil de la ciudad (centrado en el Palacio Viejo, del que en realidad era una ampliación administrativa) con el río Arno, creando una verdadera calle mayor honor de los nuevos Medicis.
Casi como un verdadero anticipo de las avenidas barrocas, Vasari creo una visión en perspectiva que unía río y torre a través de un recorrido clasicista que entraba su punto de fuga en el vano serliano del fondo, que actuaba como pantalla ante la lámina de agua.
Motivo serliano (o palladiano) que cierra la parte del río
También barroco, los Ufizzi servían como tramo principal de la famosa Galería de los Medici que enlazaba el Placio Pitti con el Vecchio y que analizaremos en otra ocasión.
Para la construcción se ideó un edificio que enfatizaba los aspectos horizontales (es decir, en perspectiva) a los verticales, efecto que se perdió en parte al añadírsele con posterioridad un tercer piso al conjunto.
Así, las paredes en fuga se subrayaban con los pórticos laterales que conducían la mirada del espectador a este vano palladiano, foco de luz y continuación del eje de perspectiva.
Estilísticamente, Vasari recuerda la lección de Miguel Ángel en la Escalera de la Biblioteca Laurenciana (aunque moderándola en su idea de dignidad pública) y la Plaza del Capitolio en Roma, jugando con la bicromía de los elementos, al alternancia de frontones rectos y curvos, la alternancia de elementos, el fuerte contraste entre luz y sombra o las licencias manieristas sobre los usos y proporciones de los elementos.
Un claro homenaje a las Capillas mediceas de Miguel Ángel
Fijaros en la curiosa curvatura de los triglifos
El uso más excesivo de estas "libertades" manieristas es la curiosa puerta que creó Bountalenti en uno de sus laterales en donde rompió en tradicional frontón curvo que girar sus partes hacia fuera y colocar en su centro un busto a la romana. Una verdadera deconstrucción
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