viernes, 1 de junio de 2012

LA CÚPULA Y ESPADAÑA DE LA IGLESIA DE LA MAGDALENA. LEONARDO DE FIGUEROA. SEVILLA


Es ésta una de mis obras favoritas de Figueroa en Sevilla. 
La antigua iglesia de la reconquista, de la que sólo subsiste la capilla del Dulce Nombre, se derrumbó mientras el propio Figueroa se ocupaba de las obras del claustro de San Pablo (pues esta iglesia fue un monasterio, perdido después en la desamortización)
La propia comunidad decidió la reconstrucción por parte del propio arquitecto, coronándola con dos grandes hitos verticales que, enredados en el propio carácter polícromo de la ciudad, terminaron por crear una larga genealogía de cúpulas cada vez más atrevidas (San Luis, Santa Catalina...) que se extendería por el oeste andaluz.

En esta cúpula me gustaría destacar una serie de aspectos.
El uso de una decoración sumamente carnosa, colocada en puntos estratégicos, que genera profundos y plásticos claroscuros.
La herencia precolombina, habitualmente poco observada, de esos atlantes cuasi mayas que sustentan el tambor de la cúpula o las antefijas que culminan los nervios. Una herencia de esa Sevilla entre dos continentes que ya comenzaba a declinar con el encenegamiento del puerto y el ascenso de Cádiz, que tendrá su continuación en la fachada de los Terceros.
Los recuerdos de Guarino Guarini en sus formas onduladas que irán volviéndose cada vez más visibles en sus obras posteriores (Santa Catalina)


Y ante todo, el uso de una policromía sumamente peculiar que sólo se colocará en las zonas altas por medio de la adición de cerámica vidriada tanto en los elementos estructurales (como los propios nervios de la cúpula) como en fragmentos de los mismos.

Su origen (según Morales Martínez) habría que situarlo en el pasado mudéjar de la ciudad y, de forma más cercana, a Hernán Ruíz el Joven (La Giralda, Manuscrito de Mazonería). En ellas ya no sólo la cerámica vidriada sino el onmipresente y plástico ladrillo son la base del sistema edicilio sevillano.


Sus lecciones no caerán en saco roto, y un nuevo genio, Aníbal González, ya en el siglo XIX, la recogió en su particular visión del neomudéjar



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1 comentario:

  1. Me pregunto si la corona real y los pináculos del cupulín estuvieron en su dia dorados con oro fino. Si eso es así, sería bueno que se dorasen otra vez, no solo para proteger el metal o para devolverle el diseño original, sino por el asombroso efecto decorativo que tendría al relucir el oro bajo el sol de Sevilla. Especialmente por que en nuestra cultura ésto se ha perdido (lo que no ha sucedido en otros países de Europa e incluso en Estados Unidos).

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