martes, 8 de enero de 2019

LA FARNESINA (2) EL TRIUNFO DE GALATEA SOBRE POLIFEMO


La primera de las logias pintadas de la Farnesina (llamada de Galatea) tiene su momento culminante en dos frescos realizados por Rafael y un joven Sebastiano del Piombo.
Narran las historias de Galatea y Polifemo que ya vimos aquí que, en el fondo, son un trasunto de la vida privada de Agostino Chigi, que rompe su matrimonio concertado con Margherita Gonzaga, para emparejarse con la hija de un pequeño comerciante veneciano, Francesca Ordeaschi.
De esta manera, el gigante Polifemo, mira sin conseguir su propósito a una Galatea que en su carro de delfines logra sortear todas las flechas que los amorcillos lanzan sobre ella.



















La obra se realiza en torno a 1510-11, justo entre las Salas della signatura y la de Heliodoro del Vaticano.

Un momento especialmente feliz del clasicismo antes de que comience a girar a los modelos manieristas en donde se puede llegar a conjugar la belleza absoluta (os diré que para pintar una belleza tendría necesidad de ver muchas con la condición de que vuestra señoría estuviera presente para escoger las más bella. Pero como los buenos jueces y las mujeres hermosas son tan raros, me aprovecho de cierta idea que se presenta a mi espíritu, le dice el propio Rafael a Castiglione en una carta) con la expresión de las pasiones, confinando estas a los personajes secundarios frente a una Galatea aérea y perfecta.





























Es, también, la muestra del conocimiento que Rafael tiene del trabajo de Miguel Ángel en la Sixtina (véase su forma serpentinata) que el maestro consigue llenar de grazia (más adelante, tanto la musculatura como la terribilitá de Miguel Ángel penetrarán con mayor intensidad en la estética rafaelesca, como ya analizamos en las Sibilas de Santa Maria della Pace).

Se consigue así la unión de belleza y movimiento sin perder un ápice de armonía. Una visión de movimiento de ballet contrapunteado por la ferocidad y ruido de los sátiros y centauros, jugando con los contrarios y planteando una composición equilibrada sin recurrir a la simetría estricta (se consigue por medio del equilibrio de cálidos y fríos y las múltiples diagonales que se contraponen y equilibran entre ellas - como la maravillosa Galatea en donde paños y brazos se expanden desde el cuerpo en hélice, creando para cada uno de los movimientos otro contrario que lo contrapesa. 
Se consigue así el ideal clásico de multiplicidad dentro de la unidad.

Frente a tal delicadeza, el Polifemo de Sebastiano del Piombo (toda una muestra de su estilo veneciano, lleno de color y sugerencias paisajísticas) nos resulta un tanto neutra (¿Acaso fue entonces cuando el discípulo comprendió que nunca llegaría a igualar al maestro para "fichar" por su enemigo, el terrible Miguel Ángel?)



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