miércoles, 3 de abril de 2019

ÁNIMA MUNDI . LUIS (De otros lados). Música para despertar los ángeles que llevamos dentro

COMO DIRÍA EL PROPIO LUIS, DALE AL PLAY Y DISPONTE A VER ÁNGELES


Hasta la propia experiencia religiosa tuvo que pasar por la música para Luis

Según nos contó alguna vez Alfonso debió ocurrir por primera vez en Roma, durante el viaje de estudios de Magisterio, escuchando un Mesías encontrado casi por casualidad en la iglesia San Ignacio.

- Dos o tres cosas así, y uno creería en Dios - le había dicho Alfonso.


Luis se había limitado a asentir, tal vez porque no podía responder, quizás porque tenía el pecho lleno de una espuma hasta entonces desconocida que, tal vez, le hizo llorar y sonreír por dentro durante toda la noche, invadido por la misma y extraña sensación que había tenido mientras los violines y el coro subían hacia el techo del Padre Pozzo, y las notas encantadas se enredaban como pompas de jabón en los trampantojos de la pintura para, sólo al final, cuando todo era apenas un recuerdo, perderse en su Gloria final, levantando más allá de los cielos a la figura de San Ignacio, ya cerca de la divinidad.

La cosa quedó ahí, dormida aunque no olvidada, y sólo volvió a despertar en el monasterio de Silos, una noche cualquiera, mientras escuchaba Completas y las voces del gregoriano volvieron a tomar forma precisa en la penumbra de cuerpo entero de la iglesia, borrando tiempos y espacios

Tal vez fuera entonces cuando sufriera un extraño desasimiento, un extrañamiento de sí, un verse por fuera y por dentro rodeado en el líquido espeso y caliente de la música modulada por aquellos hombres que nunca podía haber comprendido en sus renuncias hasta ese preciso momento en donde todo quedó claro y desarmado. Si podían cantar de aquella manera es porque conocían un secreto a que él le había estaba vedado hasta aquel instante en donde las voces se elevaban como pompas espesas sobre el coro y subían despacio hasta la oscuridad de la bóvedas para estallar en rosas maduras como luces en la nada.


Sin embargo, si algo fue definitivo para empezar a no comprender y comenzar así a sentir y creer, esto ocurrió un miércoles Santo, en Sevilla. 
Era su primera semana santa y Luis andaba fascinado por aquellas bandas que tocaban a sus vírgenes, haciéndolas llorar algunas veces, llevándolas en volandas de alegría en otras.
- Es un música para dar vida a un trozo de madera y telas - recuerdo que me había dicho.
- Psss, calla, como te oigan decir eso te van a matar - le dije riendo en aquel bar en donde cenábamos - Y empieza a comer más deprisa, que nos espera el momento más mágico del día
- ¿Me vas a privar del placer de degustar con calma esta carillá? - se quejó él.
- Te aseguro que no lo lamentarás. Jamás has visto algo parecido.
Y no sé si por la intriga o simplemente por complacerme, se metió entre pecho y espalda todas las tapas que habíamos pedido a una velocidad de vértigo, y culebreando a paso militar fuimos atravesando los callejones de la judería para llegar a la Plaza del Triunfo a buena hora para coger sitio.
- Le van a tocar una marcha llamada Madrugá, casi un poema sinfónico, que va subiendo y bajando en intensidad, recordando los pasos de silencio y de bulla que se suceden durante la noche del Jueves Santo - le expliqué mientras le empujaba suavemente para ponerle unos metros más allá de la curva.- Aquí justo, Luis.
pasaron después decenas de nazarenos y el paso de la Piedad a golpes de corneta y tambores mientras la plaza se iba llenando hasta los topes y un rumor de ansia iba apoderándose de la gente.
- ¿Queda m...?
- Pssss. Calla y concéntrate.
Llena tu pecho de aire pues dejarás de respirar cuando llegue el palio de la Caridad y se pare unos metros antes de la revirá, descansen un momento los costaleros y vuelva a sonar el llamador para una nueva levantá.
A partir de entonces...
A partir de este momento fuimos testigos milagro de la música hecha palio y movimiento cuando comenzó a sonar Madrugá y, sin necesidad de órdenes del capataz, como si las mismísimas notas entraran por dentro de sus varales, el paso comenzó a moverse lentamente, casi sin hacerlo.
Yo, por primera vez en mi vida, dejé de mirarla para observar la cara de gozo de Luis mientras el palio se deslizaba como si fuera encima de un manto invisible, girando sobre sus propios pies.
Fue la cera...
O el incienso...

- No, sé, María. No sé lo que fue.
Me diría aquella noche una y otra vez, incapaz de poner en palabras tanta belleza pausada que iluminaba la luz de la candelería, sacando brillos a aquella imagen que parecía vivir sobre las cosas, sin necesitarlas.
Sólo la música y el olor a incienso, el color de las flores o la luz de sus faroles de cola, el movimiento de diapasón de sus varales acompañado por las borlas de las caídas del palio que bailaban con el propio aire anochecido.
Fue todo eso y un tambor que nos resonara dentro mientras las flautas y los clarinetes dejaban correr la vida lentamente entre sus tubos, sin tropiezo posible, como si en verdad la Felicidad Absoluta fuera posible, más allá de uno mismo y sus avatares.
Yo le vi dos lagrimones cayéndole por las mejillas como cera derretida mientras un sólo dedo le tocaba el pecho y comprendía..., comprendía que el mundo entonces estaba quieto para que sólo el alma de muchos de los que estábamos allí se transformaba en alas  de ángeles que llenaban la plaza desde los cielos de la muralla islámica, moviéndolas despacio para no descomponer las mariposas de luz de su candelería.
- Es algo...
- Es, simplemente, Luis - le dije yo. comprendiendo lo que él no tenía (por primera vez en su vida) palabras para expresar.
Una fuerza poderosa hecha de terciopelo blando.
La luz perdida que huele a algodones húmedos.
Todo un movimiento condensado y hecho música mientras la Virgen giraba como si no lo hiciera, majestuosa en su pura ternura.

Fue algo que nos hizo tocar lo imposible, más allá de los cielos y los árboles, que a Luis le debió recordar al Mesías y al gregoriano, encontrando un sitio en su pecho que jamás perdió desde entonces y hasta...
Yo siempre pienso en aquel día cuando le quiero recordar sin llorar demasiado.

María







1 comentario:

  1. Excelente. Este relato tiene una especie de aura magnificente, quizá por el toque religioso, que te envuelve. Como siempre, muy bueno.
    Nos seguimos leyendo.

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