Utilizando el formato circular (tondo) que empieza a ser habitual a mediados de Quattrocento, Lippi consigue unir la Madonna con niño (con su habitual dulzura) con toda una narración que arranca de la zona más alejada (encuentro de Joaquín y Santa Ana) y se continúa en el plano medio con el nacimiento de la Virgen)
Todo sin el más mínimo accidente ni obstáculo para un espectador que puede moverse suavemente por unos colores tan dulces y su característica luz cristalina que tanto influirá en Rafael
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