CANOVA. SEPULCRO DE LA DUQUESA CRISTINA. VIENA

Realizado en 1805 en la iglesia de los Agustino de Viena (casi un templo palatino del gran palacio).

Para ello recurre a los esbozos que había realizado para el enterramiento de Tiziano en Venecia (y que curiosamente, sus discípulos utilizarán para su propio sepulcro en la ciudad de los canales que ya vimos aquí).

Toda la composición se centra en una gran pirámide (con las proporciones de la Cestia de Roma). Hacia su puerta se dirigen una piedad (de mayor tamaño y que porta las cenizas de la difunta), las tres edades del hombre y la muerte representada por un bello joven.

En el lado contrario se encuentra el león (como fortaleza) junto a un ángel y, en la superior (cerrando así el triángulo compositivo) se muestra el retrato de la difunta (en perfecto perfil, rodeado de una serpiente como la eternidad), sostenido por dos ángeles.

La obra une el perfecto equilibrio compositivo a la celebración casi pagana de la muerte, con un cortejo clásico, incinerado, la fama como forma de supervivencia en el medallón superior y una pirámide (que este momento Ledoux está resignificando en los cenotafios por su geometría exacta). 

Hay todo una actitud serena y contenida de la muerte que lo aleja de las formas barrocas, con movimientos suaves, elegantes y majestuosos. muy lentos y llenos de gravedad. (Curiosamente sólo el león desentona con el resto por su llanto desesperado).

Junto a esto, Canova se empieza a acercar al mundo del prerromanticismo con esa fascinante puerta abierta llena de sombras hacia la que se dirigen las figuras (y tarde o temprano al propio espectador).

En esa puerta se ha eliminado por completo el phatos barroco del sepulcro que realizara Bernini para Alejandro VII (en una evolución que se había iniciado en las tumbas de Clemente XIII y XIV, ambas en Roma) para convertirse en un sutil enigma. Esa oscuridad que hay tras ella refleja el desconocimiento de una realidad, la de la otra vida, un umbral de paso que ya está realizando la primera de las niñas.

¿Qué hay tras ella?, se pregunta el escultor. Nos pregunta a nosotros, convirtiendo las emociones de la muerte en una duda casi metafísica.

Por lo demás, todas las esculturas son de una técnica depuradísima, buscando la belleza exquisita y serena en donde lo corporal es un signo de lo espiritual, de la armonía total.

CANOVA. ÍNDICES

DE TURISMO POR VIENA