LA PIEL. RUBENS

Este retrato es el de Helena Fourment, la segunda mujer del pintor, cuando tenía 24 años.

Se había casado con ella cuando apenas tenía 16 años (y el 53), y como muchas veces se asegura debió ser un auténtico flechazo. 

“Tomé una esposa joven, hija de ciudadanos honestos, aunque intentaron persuadirme por todos lados para que eligiera una esposa de la corte; pero temía el rasgo maligno común a la nobleza: el orgullo, es especialmente fuerte con las mujeres. Quería tener una esposa que no se sonrojara cuando me viera tomar mis pinceles "

Una hija de  un comerciante de alfombras y tapices, con escasa dote, pero muy joven y (como asegura bellamente Anna Sidelnikova) en sus diosas, gracias y ninfas, Rubens solo predijo la imagen de Helena hasta ese momento, dotando a todas estas mujeres míticas de unos rasgos que aún no conocía. Ahora esta imagen ha recibido una encarnación viva, suave, virtuosa, radiante.

De hecho, tras su boda no dejará de aparecer en su pintura, llegando a la obra maestra del último periodo del pintor, las tres gracias.

Temáticamente, la obra (que siempre fue un objeto privado en manos del pintor y luego de su mujer, que le dio el título que estamos utilizando) plantea un semidesnudo lleno de sensualidad pero también lirismo y profunda emoción amorosa. Casi una declaración de amor, como la famosa Fornarina de Rafael.

Estilísticamente es un verdadero prodigio de tactilidades. El juego de las texturas entre la piel de Helena y el abrigo de piel realizados por medio de la refracción de la luz es verdaderamente magistral.

Toda una experiencia sinestésica que se había iniciado en la pintura de Tiziano y llegaba a su plenitud en el mundo barroco. 

TODOS NUESTROS POST SOBRE RUBENS