Julio González es uno de los grandes olvidados de nuestras vanguardias, al menos parejo con Miró o Dalí, y en ocasiones tan genial como el propio Picasso. Tal vez su prematura muerte le hizo perder actualidad, pero sus esculturas aún se encuentran en los momentos más estelares del arte de la primera mitad del XX. Y no solo se trata de su calidad técnica, sino de la multiplicidad de lenguajes utilizados, como intentaremos esbozar en este post.
Así tenemos al Julio González más figurativo en su famosa Montserrat gritando, al que le dedicamos ya un comentario estilístico y temático, y que se encontraría cercana a ciertos presupuestos del expresionismo.
Una de sus versiones, sin embargo, nos habla de un nuevo González, el experimentador de la percepción.
Siguiendo ideas iniciadas por Gargallo (y no muy lejano a las ideas subyacentes de la revolución cubista), el escultor trabaja en una región de bordes indecisos entre lo pictórico y lo escultórico. Pictórico en su visión frontal, mucho más tridimensional en sus visiones laterales, como podemos ver en estas dos imágenes de su famoso torso en donde el plano (bidimensional) se convierte en un objeto tridimensional (como luego Picasso utilizaría de forma recurrente en sus planchas recortadas) .
Con este tipo de obras, Julio González investiga en uno de lo temas claves de la escultura del XX, el vacío, el no espacio como un lugar relevante a la vez que desmonta todas nuestras formas de percibir tradicionales
.
Esta experimentación muy pronto se verá claramente influida por los planos cortantes del primer cubismo, como podemos ver en esta nueva máscara.
Y llegar a su culminación en formas que desarrollan en el espacio ya por completo volumétrico (y mucho mejor que llegaría a hacerlo Picasso) los principios destructivos-constructivos del cubismo más maduro en obras como ésta, los amantes, que tanto habrán de influir en autores posteriores (Oteiza, Chillida...)
.
No lejano a estos presupuestos (y gracias a la fundición electrógena aprendida por González en los talleres de Renault) de la plancha y el volumen su obra irá pasando al filamento, la línea que se dibuja, ingrávida, en el espacio.
Y aún más, del filamento o la plancha a una síntesis en donde eclosiona el surrealismo y su visión agresiva de la mujer (la mujer mantis de Dalí, las bañistas de Picasso), una mujer-insecto-agresión, como éstas que presentamos.
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