lunes, 11 de marzo de 2019

DOLOR Y MUERTE EN LA OBRA DE RIBERA


Martirio de San Bartolomé

Sin embargo hoy queremos profundizar algo más en su etapa más conocida (por la que fue ya famoso en su tiempo, sobreviviendo en el imaginario cultural durante mucho tiempo).

Es el Ribera tenebrista y de realismo exacerbado.
Como ya hablamos aquí, el martirio como imagen de resistencia ante la herejía (con el protestantismo, tan hiriente, un poco más al norte de los Alpes) se convierte en una imagen arquetípica del arte contrarreformista del barroco.
Martirio de San Sebastián

Hay, además, una fuerte complacencia hacia el horror, el dolor o la muerte (como había sucedido en la obra más tardía de Caravaggio) como una forma de atraer (por medio de lo morboso) a las clases más populares al mensaje religioso.

Y, tal vez, una simple reconstrucción artística del ambiente tan brutal de las clases bajas durante la época moderna, especialmente visibles en una ciudad tan "dura" como lo era Nápoles, con fortísimas diferencias sociales, con la violencia como protagonista cotidiano de unas calles a menudo regadas de sangre.

Lamentación sobre el Cristo muerto

En este sentido, no deberíamos olvidar la propia biografía del artista, que junto a Belisario Corenzio, Giovanni Battista Caracciolo, formó una verdadera estructura mafiosa que amenazaba (recurriendo incluso al asesinato de alguno de sus colaboradores) a los pintores foráneos (entre ellos, Domenichino o el propio Guido Reni)

La cabeza del Bautista

Bajo todos estos presupuestos ideológicos y sociales, la pintura de Ribera se complace en mostrar todas las huellas del dolor, la vejez o la muerte, sin recurrir a ningún tipo de veladura o elipsis, llevando a último término la lección caravaggiesca

La tensión de muchas de sus composiciones (véase el martirio de San Felipe), la complacencia en las carnes ajadas, casi pura piel pegada a los huesos, de sus eremitas o el tono cerúleo de sus cuerpos muertos, las miradas perdidas en el dolor entre los asistentes a la muerte o la profunda maldad, el odio más desmedido, de sayones y esbirros encargados de la tortura, son algunos de los instrumentos estilísticos a los que recurrirá para representar esta cara oscura de la vida que (aunque nos parezca hoy un tanto paradójico) servía en el barroco para acercarse a lo divino.


























Piedad. Agustinas de Monterrey




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