jueves, 28 de noviembre de 2019

OLDENBURG O EL GIGANTISMO DE LO COTIDIANO


Cuando Oldenburg comenzó a hacer sus esculturas gigantes trabajaba en doble sentido, profundamente antagónico, pues a la vez que traía al museo la realidad más banal (tan típica del pop), el gigantismo y descontextualización de estos objetos generaba un extrañamiento.
Ya no se podían usar, eran puras formas estéticas, contemplativas. Había que mirarlos (¿mirar qué, nuestra propia cotidianeidad?)

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Aguja e hilo. Estación Cardona. Milán

Se consumaba así el paso a la posmodernidad que late en todo el pop. La recreación de una segunda vida hecha con los objetos de la primera y cotidiana existencia a los que se les ha privado de la sustancia de la utilidad, convirtiéndolos en verdaderos monumentos a lo banal o, mejor dicho, a la idea de apariencia (pues se realizan en acero convenientemente pintado que aguante la intemperie), al icono, a la pura apariencia (un poco más tarde la informática y las redes ahondaría en este proceso de virtualización de la realidad que ya no sentimos y tan sólo vemos, en las pantallas).
Se iniciaba así la era del simulacro en donde la realidad se cosifica y se monumentaliza (en la política ya estamos en ello)


1 comentario:

  1. Muy interesante, creo que has explicado muy bien esa característica del Pop-art, el cambio de escala.
    Saludos
    Francesc Cornadó

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