Repartidos entre varios museos se encuentran figuras inacabadas que denominamos esclavos.
En realidad se tratarían de fragmentos de la gran tumba de Julio II en sus distintas fases que no se pudieron incluir en su proyecto final.
Su nombre viene derivado del propio Miguel Ángel, que los concebía atados al gran monumento, sin posibilidad de escapar.
Lo que desconocemos es su función iconográfica concreta. Unos autores los han querido relacionar con los ignudi de la Capilla Sixtina, otros han hablado de representaciones de las distintas artes, prisioneras y desvalidas después de la muerte de su principal mecenas.
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Lo cierto es que la mayoría de ellos presentan expresiones corporales tensas y angustiosas y (a nivel profundo) son paralelos al mundo cada vez más angustiado y furioso que representa el Moisés (que estaba incluido en la misma tumba).
Es su paso definitivo al manierismo, su ruptura con la belleza suave e idealizada para buscar caminos llenos de escollos en donde expresar las tragedias (comunes, particulares) que invadirán su vida
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Su inacabado responde a los distintos cambios de proyecto que los hacía inservibles, pero nos han servido para conocer la técnica de trabajo del maestro.
Han generado, además, toda una profunda fascinación en la posterior historia del arte, pues su propio inacabado las llena de intensidad, al permitir expresar los sentimientos sin necesidad de ninguna narrativa, creando modelos que muchos (Rodín será uno de los casos más extremos) se repetirán en el futuro
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