miércoles, 8 de enero de 2020

AQUELLAS PRADERAS AZULES. XANADÚ, MUCHO MÁS QUE UNA CANCIÓN

DALE AL PLAY Y ESCUCHA UNA CANCIÓN A LO LARGO DE LA VIDA


A veces solamente necesitas media vida para comprender una canción, pero eso da lo mismo si al final lo consigues, pues la luz que ha iluminado tu pecho durante todos esos años, ya ella sola, ha merecido la pena el camino que has andado acompañado de sus sonidos. 


Xanadu, tan bello jardín. 



Yo nunca vi la película, pero eso daba lo mismo, pues desde la primera vez que escuché la canción en la radio sentí que me llenaba de alegría y no paré hasta conseguir su título y comprarme el single en la tienda de discos del barrio

Comprendí entonces las primeras cosas, pues en su portada aparecía Olivia Newton como una verdadera aparición, toda vestida de blanco y con una melena rubia que sólo podía ser de un ángel. 
Había sido con la película de Greasse (esa sí la vi, varias veces), sobre todo la escena final de una Olivia enfundada en un vertiginoso body negro mientras malapagaba un cigarro con el zapato de tacón. Un gesto tan pequeño como inolvidable, sin aristas, que me hizo enamorarme de ella antes incluso de conocer el amor, avisándome de un futuro que aún tardaría en suceder. 

Xanadu, un paraíso remoto

Pasaron entonces cinco años y al conocerte, Sabrina, reconocí la misma suave y dulce armonía bajo el aura de tu pelo dorado que se convertiría en la cifra de mi felicidad. 
Era eso, exclamé entonces. 
Lo hice el mismo día en el que, antes de besarnos incluso, tú me regalaste una cinta grabada en donde aparecía esta canción, y todo fue tan evidente que hasta un tonto enamorado como yo se dio cuenta que aquella canción y su alegría eran, simplemente, un puro presagio del futuro que entonces estaba conociendo contigo, amor mío. 

Xanadu, remoto lugar, casa de los placeres

Luego sucedería el desastre, y tú te marcharías. 
Por un momento pensé que junto la alegría de vivir también te habías llevado la canción en la huida, pero me volví a equivocar, y hasta aquella noche en la que decidí resucitar no caí en la cuenta que había algo más que una voz de plata que cantaba sonriendo, que detrás de aquel prodigioso timbre de mermelada de cerezas, desde el principio al final de la canción, estaba toda una melodía jugada al ritmo endiablado de una percusión llenaba de energía. 
Una profunda vida bajo sus baterías que tenían, sin embargo, las manos lo suficientemente finas para sostener sobre ellas todo un festín de delicados sonidos que brillaban, perfectos e iguales en medio de la misma noche en la que la ELO me devolvió al mundo

Xanadu, un palacio de arroyos serpenteantes en cuevas de hielo

Me pasó todo esto con esta canción, y desde entonces, la creí maravillosa y completa durante más de treinta años, utilizándola a menudo en mis programas musicales cuando quería que volviera a ser primavera tras las ondas
Siempre que la puse pensé en ella, por supuesto, pero siempre alegre, pues para recordarla triste ya tenía a Streisand, y alguna vez pensé incluso que debía escribir una historia con ella como hacía tanto tiempo había hecho con los Beatles , pero nunca fue posible , entre otras cosas de menor importancia porque aún faltaba su desenlace final,

Xanadu. Un río sagrado que nace en sus entrañas

Una casa del placer, un lugar de arroyos sinuosos y grandes árboles de la misma edad que las colinas que lo sustentaba, y en medio un río sagrado y primordial que ya había fascinado a Borges y a mi me llevo a la praderas azules de mi juventud en las que me llegué a sentir por única vez en mi vida completo. 
Un lugar edénico, como siempre son los recuerdos del primer amor. Ese que, como algunas canciones, no desaparece nunca y se tarda mucho más tiempo que una simple vida en comprender la talla de todas sus facetas, igual que un diamante.
El único y verdadero diamante que todos llevamos dentro. 

Xanadu

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