domingo, 10 de febrero de 2019

Ánima Mundi. El Conde de Villamediana, acaso. EL ASCENSO DE LOS FASCISMO EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS

El Crac del 29 y la Gran Depresión fueron el caldo de cultivo de los fascismos de entreguerras al desclasar las clases medias (que se empobrecieron de forma notable).
El paro aumentó de forma considerable (en gran parte generado por políticas cada vez más proteccionistas frente a la primera globalización que había producido la 2ª Revolución industrial) y comenzó a cundir el miedo (entre las clases adineradas de los grandes industriales y terratenientes) ante el peligro rojo: una posible revolución proletaria azuzada por la crisis y apoyada por la URSS.
Curiosamente, los fascismos utilizaron de forma prodigiosa las oportunidades que los nuevos medios de comunicación comenzaban a permitir, y manejaron miedos ancestrales (entre los que se encontraba la xenofobia) e ideas-fuerza (como el patriotismo o la identidad nacional y racial que lentamente se veían diluidas por el comercio a gran escala y esos mismos medios de comunicación) para acercarse a sus votantes a través de ideas simples, mil veces repetidas, apelando más a los sentimientos que las razones y enfrentando a los pobres contra los más pobres.
Todo en un escenario en donde el liberalismo tradicional había entrado en crisis y emergían las opciones más radicales tanto en la derecha como en la izquierda que se retroalimentaban. Una derecha que pasa de posiciones simplemente conservadoras a reaccionarias, que pretenden una contrarrevolución en un momento de crisis de las ideas y certezas ilustradas que ponían al hombre en el centro del discurso.
Frente a él surge una sociedad de masas basada en el movimiento, el cambio, los corporativismo y el darwinismo social en donde la propaganda sustituye al discurso y la demagogia a la información que pretende reconstruir una imagen (imposible) del pasado a través de la manipulación de la memoria colectiva y se lanza en una huida hacia delante frente a la crisis.

No digo más...


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