jueves, 14 de febrero de 2019

RUBENS EN LA CATEDRAL DE AMBERES


Amberes había sufrido la violencia calvinista en 1566 y en 1581 que destruyeron gran parte de las imágenes de sus iglesias, siendo imprescindible su restitución.
Dos hechos fueron esenciales para ello: la Tregua de los Doce Años que permitió la tranquilidad y economía necesaria y la llegada de un Rubens ya famoso por su Adoración de los Reyes Magos que colgaba de su Ayuntamiento al que apoyaban directamente los archiduques, que también colaborarán económicamente.
El maestro volvía de Roma perfectamente formado en todas las novedades del primer barroco e imbuido de las nuevas indicaciones del Concilio de Trento.
La primera de sus grandes obras (1610) será la Erección de la Cruz pintado para la iglesia de anta Walopurgis y ahora en la catedral.

Se trataba de un tríptico que Rubens renovó, intentando realizar un espacio continuo entre sus tres tablas, con las Marías en la izquierda, un espacio lleno de silencio, frente al ala derecha, con los dos ladrones en su preparación para la crucifixión.


La Erección es toda una lección de arte clásico, inspirada en la de Tintoretto en San Rocco, con luz caravaggiesca y potentes anatomías miguelangelescas que, en el fondo, remiten al Laoconte y toda una tensión muscular que hace referencia a otra más espiritual (el desarrollo de la Pasión)


La obra se relaciona con otra 4 años posterior también en la Catedral, el Descendimiento de la Cruz que ya analizamos aquí.

Idéntica composición de tríptico (aunque más parcelado), misma diagonal, pero todo lo que en una es ascensión en otra es descendimiento, y del gentío y ruido de la Erección pasamos al silencio patético del descendimiento en donde el gran peso muerto de Cristo crea una desazonante sensación de caída y fin, en la que todo el detalllismo anterior (herencia de lo flamenco) ha sido lentamente eliminado para dejar el hecho esencial, desnudo y por ende mucho más potente.

Casi diez años después Rubens vuelve a trabajar para la catedral con una gran Asunción para su altar mayor.


Ya se trata de una pala a la manera italiana que se inspira directamente en Tiziano.
En ella vemos evolucionar su pintura hacia un toque más roto, creando sensaciones atmosféricas que se sobreponen al gran armazón constructivo que destacaba en las obras anteriores.

También el maestro ha cambiado su percepción psiclógica de los personajes, mucho más sutil, y abandonado el tenebrismo por una paleta más clara y una luz más cristalina y envolvente que anuncia ya sus obras más maduras.


























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