lunes, 11 de febrero de 2019

VERMEER. Carta de Amor


¿Cómo no convertirnos en un verdadero voyeur ante cuadros como este de Vermeer?
El pintor nos introduce en la escena como si fuera un túnel lleno de trampas visuales, con puertas semiabiertas, grandes cortinajes y muebles en donde colgar cosas en las que nos gustaría pararnos para "cotillearlo" todo", de una escoba y unos zuecos en el centro de la entrada para que "tropecemos" visualmente con ellos.

Todo este camino nos lleva por una intimidad un tanto incómoda por su desnudez e inmediatez (cuando vienen visitas a nuestra casa, recogemos todo; aquí nos colocamos sin avisar, sin que todavía se den cuentan los moradores de la casa) para llegar a una habitación iluminada por los tradicionales ventanales a la izquierda (suponemos) en donde una mujer practica música mientras habla con una criada (¿o le enseña la partitura, intentándola hacer comprender? ¿o pregunta una duda? O, según se nos sugiere en el título, ¿una carta de amor? ¿un posible adulterio? ¿tal vez una cita?)

Lo único cierto es que la señora le ha debido llamar apresuradamente pues ha dejado la escoba por medio, y el cesto de ropa, pero ahora se apoya en en su sillón con una familiaridad desconcertante, y su sonrisa nos deja mucho campo para imaginar y quizás podamos pensar que todo el cuadro es una metáfora, la del corazón de esa dama que se nos desvela con todas sus intimidades
¿Realmente es eso?
Esta es la verdadera lección de arte, convertirnos en espías, resolver problemas y situaciones de las que nunca estaremos seguros, como si observáramos una película muda o una fotografía que hizo otro. ¿Cuál eran sus intereses? ¿qué pretendía mostrar? ¿Por qué no nos cuentan el final de esta enigmática historia y nos dejan en ascuas?
¿Acudirá a la cita?

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