domingo, 3 de mayo de 2020

Solsona, el malo. Efectos bipolares de la pandemia

A menudo me enciendo y, sin poder evitarlo, tomo el ridículo mando de policía de balcón e inquisidor general y bramo a los imbéciles que, saltándose todo confinamiento posible, beben sin parar cervezas en un nutrido y denso grupo junto a las puertas de la tienda del chino. 

Mientras grito no puedo dejar de recordar a Luis y una de sus más características frases que debía de haberse convertido en el lema del gobierno frente al coronavirus. 
-Nos vamos a extinguir pero no por un virus o la contaminación, sino simplemente porque no cabe un gilipollas más 
Por lo menos delante del chino no. 
Como tampoco por las calles estrechas en donde ceder el paso es una serie de ciencia ficción sin apenas audiencia y todas estas gilipolleces que te encogen el alma como las mascarillas por debajo de la nariz o los perros y niños fatigados de tantos paseos y... 

Pero entonces te paras.
Lo haces e... intentas la empatía. 
Ya son muchos días confinados, piensas, y la gente necesita un respiro, una pequeña esperanza para seguir adelante que no es justo... 

Más de cien conductores multados por intentar salir por las principal carretera que conduce a las playas de Huelva, escuchas en la radio y toda tu empatía se esfuma y te gustaría ser R., tan bestia como él, pues parece incomprensible que la gente no se entere de que cada día mueren más de trescientas personas que se contagian por todas estupideces cotidianas de no saber respetar la distancia en la cola del supermercado y salir, lo veo desde mi terraza, por la mañana a comprar un paquete de tabaco, antes de las 12 a por el pan, por la tarde a comprarse una cervecita donde el chino, y luego, un poco más tarde, al Mercadona a por un paquete de magdalenas y, un poco antes que cierren, al Día para proveerse de una coca cola grande. 
Todo dando una vuelta entera al barrio para ir parándose con los otros conciencidadísimos ciudadanos que hacen lo mismo y convierten las calles en un carrusel de encuentros fortuitos en donde el virus se alegra de haber conocido a tantos gilipollas juntos.

Eso me pasa (aunque tal vez fuera mejor que me dejara guiar más por el humor poético de Laura)

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