martes, 6 de diciembre de 2011

BARROCO NAPOLITANO. Del Palazzo Reale a Capodimonte


En el siglo XVII, Nápoles era la gran capital política del Imperio español en el Mediterráneo. Esto le condujo a ser una de las ciudades más pobladas de Europa (360.000 habitantes; sólo por detrás de París y Londres) y el mayor núcleo residencial de religiosos, incluida Roma.
En la refeudalización que se produce durante este siglo, la riqueza se multiplica pero se reparte cada vez de forma más desigual, con un núcleo reducido (Iglesia y nobleza relacionada con el Imperio español) que acumula la riqueza frente a una masa cada vez más pobre y bulliciosa cuyo símbolo terminará por ser Pulcinella, el eterno hambriento.
Esto producirá una ciudad vertical de edificios en altura sobre un trazado (en gran parte heredado de la Neápolis romana) de calles en cuadrícula muy estrechas cuyo ejemplo más relevante serían los Quarteri Spagnoli

Para las grandes edificaciones nos encontraremos con dos grandes mecenas. El primero de ellos será la administración española, siendo el Palazzo Reale (1600-02), su obra más significativa
Su realización se vincula con el gusto romano a través de Domenico Fontana que abandona Roma tras la muerte de Sixto V.
Sus fórmulas son las del barroco romano preberninesco, con paramentos lisos y uso de la recta.
De la misma forma observamos fórmulas tradicionales como la bicromía elementos sustentantes-sustentados que ya iniciara Brunelleschi, o la alternancia de frontones curvos y triangulares de raigambre miguelangelesca

Su carácter masivo se ve paliado por una sabia organización de patios internos, mientras que las fachadas recurren a fórmulas clásicas en las que juega un papel fundamental el color rojizo (que será una constante en la ciudad)

.
El Palazzo destaca por su vocación de ingresar en el ambiente urbano, tanto en su fachada que da a la Plaza del Plebiscito como sus laterales sobreelevados sobre la colina y visible desde el puerto. Pocas imágenes de la imposición del poder (tan típico del Barroco) son tan claras
.Su influencia se hará sentir en el futuro Capodimonte (XVIII, ya borbónico y realizado por Fernando Fuga) que repite su fórmula recargando la decoración sobre los elementos estructurales

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